jueves, 1 de marzo de 2012

¿Mayor descentralización? ¡Federalización!


Las protestas en Aysén ya están produciendo uno de los efectos que han producido otras manifestaciones regionales como las de Magallanes o Calama: la discusión sobre la necesaria descentralización del país.


Hay que ser claros: Chile tiene problemas graves de concentración de poder, lo que sumado a la cultura autoritaria que campea por todas partes, va configurando un cuadro donde todo se hace según como se dice en unas cuantas oficinas de Santiago, y al que no le gusta, repre, miren que para eso gastamos harto en que nuestros carabineros tengan muchos carritos lanzaaguas, bombas lacrimógenas e implementos varios para aporrear expresiones ciudadanas.

Ante ese panorama, suelen surgir las voces que piden "mayor descentralización". Cualquier lector de la prensa, quedaría sorprendido al comprobar que la opinión que se publica siempre es abrumadoramente mayoritaria en cuanto a apoyar esa "mayor descentralización". Será difícil encontrar alguien que apoye la centralización del país. Pero también será difícil encontrar alguien que avance un poco más en qué sería exactamente eso de la "mayor descentralización". Con suerte uno que otro hablará de cosas como "que las regiones reciban cierto porcentaje de los impuestos que se generan en su territorio", y no mucho más. Parece ser que cuando suceden momentos de convulsión social, todo el mundo se sube al carro apoyando retóricamente la demanda, hablando de la "mayor descentralización", pero sin aportar ningún proyecto firme y concreto que permita alcanzarlo. Suena más a un simple saludo sin contenido... o a una forma elegante de dar la impresión de que se apoya la "mayor descentralización", cuando en realidad no se quiere mover ni un dedo para que ella se cumpla. Los dichos de los representantes de la clase política que han mantenido las cosas como están a este respecto son elocuentes: todos apoyan la causa regionalista, y seguimos como siempre.

Seamos sinceros: la idea de la "mayor descentralización" no es más que un concepto vago, que sirve para todo, sin ningún contenido preciso y que resulta muy útil para que los mismos de siempre puedan aparecer apoyando a las regiones de nuestro país sin tener que dar ningún paso firme para cambiar el orden de cosas.

Si de verdad se quisiera modificar la absurda concentración de poder que hay en Chile, la receta está puesta sobre la mesa desde hace años (y adivinen quienes la propusieron y han sido ignorados por tanto tiempo): Federalizar el país y establecer una democracia real, superando el simulacro de democracia que tenemos hoy en día. Siendo de lo más claros, eso significa: Una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Constitución realmente democrática (en su origen, su legitimidad y su contenido), la cual establezca una serie de territorios en el país que tengan autonomía y potestades políticas, administrativas, legislativas y financieras que les permitan tomar sus propias decisiones en los asuntos que competen a su territorio y habitantes, decidir en qué gastar la mayor parte de los recursos económicos generados ahí y elegir a sus autoridades, todo controlado por los ciudadanos, que eligen a todas las autoridades, pueden revocar mandatos y aprobar normativas a través de Iniciativas Populares de Ley, Plebiscitos y Consultas Ciudadanas, como un ejercicio permanente de expresión de la soberanía popular y no como un recurso hipotético y extraordinario (que es nuestra realidad actual).

El centralismo que recorre transversalmente nuestro país no es más que otra de las múltiples caras de un sistema antidemocrático, depredador del medio ambiente, y profundamente inhumano y violento. La única forma de cambiarlo y mejorar las condiciones de vida de los millones que vivimos en él es emprender las transformaciones profundas y radicales que nos acerquen a la democracia directa, el ecologismo social y la noviolencia como estilo de vida. O sea, transformar nuestro país para construir otro Chile, que es justo, posible y necesario. ¿Qué esperamos para avanzar?

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