jueves, 18 de julio de 2013

Longueira, la Derecha, las victorias y las derrotas



Yo sí creo que Pablo Longueira tiene una depresión fulminante y por eso renunció a su candidatura. Es algo verosímil y, probablemente, verídico.

Longueira es un ejemplo, como pocos, del exitista neoliberal. Él mismo lo dijo varias veces: "Cada vez que me he presentado a una elección, he ganado. Yo nunca he perdido, yo nunca pierdo". Y lo demostró en las primarias recién pasadas, donde su partido debió bajar a su candidato original en medio del escándalo y el adversario llevaba meses de campaña avanzada. Ahí, en ese contexto, Longueira superó toda la adversidad y ganó. Nuevamente ganó pese a tener una contra interna importante en la UDI, pese a ser uno de los políticos con mayor voto de rechazo en el país y pese a haber llegado inesperadamente a la competencia. Y una vez contado el último voto de esas primarias, se vio victorioso y más cerca que nunca del sueño de todo político, pero especialmente más cerca que nunca del más grande sueño de su vida: ser Presidente de la República. 

Pero no debe haber necesitado más de un par de días para entender que ese menos de un millón de votos que obtuvo su Alianza y esa crisis constante, y en estos días agravada, que vive su coalición política eran lo más cerca que estaría jamás de cumplir su sueño. Quizá le bastaron horas a Longueira para entender que su épica victoria era a la vez su más fulminante derrota. Que no hay que ser adivino ni mago para saber que en noviembre él, el que nunca perdía, perdería como nunca.

Él, que era de los que siempre ganaban, por las buenas (conquistando el voto de millones) o por las malas (con bolsas de mercadería repartidas por las poblaciones o con el Binominal enquistado en nuestras instituciones), sería el mayor símbolo de la derrota. De una derrota que se ve inevitable en el horizonte pese a todas las buenas o malas maniobras de su sector.

Y una vez entendido eso, se entiende la crisis y la depresión que le debe haber llegado al líder de los que han hecho todo para ganar siempre, aunque sean minoría y en verdad pierdan. Porque aunque sea sorpresiva esta coyuntura, ésta es en realidad una historia conocida. Que ya la vimos en los años sesenta, cuando en Chile la Derecha fue barrida, y que de ser tradicionalista e institucional, se volvió fascista y golpista. La historia es la misma que ha tenido secuestrada a la democracia de nuestro país: Que la Derecha, simplemente, no sabe perder.

Hay que tener cuidado entonces, porque si la Derecha no sabe perder y va a perder, una reacción insólita y sorpresiva no es descartable.

Pero, si la Derecha no sabe perder ¿Los que siempre han perdido, estarán aprendiendo a ganar?

Noviembre algo al respecto nos dirá.

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